
Este cambio de modelo de gestión fue un proceso doloroso en muchas cocinas escolares, ya que les supuso perder gran parte del control (sin ninguna necesidad aparente) sobre la alimentación de las niñas y niños de su escuela. De golpe y porrazo se cortaron las relaciones con la carnicería, con el mercado, con la panadería, con las y los pescadores del puerto, y con las y los baserritarras. La empresa pasó a encargarse de las compras y de todo el proceso.



